En el corazón del barrio Centenario, entre las paredes de la capilla Virgen de ItatÃ, late un milagro cotidiano: manos anónimas amasan esperanza, sirven platos calientes y convierten ingredientes en gestos de amor. El intendente José Irigoyen y su equipo llegaron hasta allÃ, no para una ceremonia religiosa, sino para honrar a quienes viven el Evangelio con cucharas y ollas, sin sermones, sin aplausos.
La Municipalidad entregó un freezer al comedor comunitario, una herramienta sencilla pero vital para que estos héroes sin capa puedan conservar los alimentos, optimizar recursos y seguir alargando el rinde de cada donación. Porque aquÃ, cada papa, cada porción de carne, cada verdura, se transforma en dignidad para familias que atraviesan dÃas difÃciles.
No hay tÃtulos ni discursos que valgan frente al silencioso trabajo de estas cocineras y cocineros que, entre humo y calor, escriben versos de solidaridad. Su fe no se grita desde un púlpito: se sirve en platos humeantes, se lava en pilas de ollas, se comparte en mesas donde nadie pregunta de dónde vienes, sino cómo estás.
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